Prepararse para el cambio

Ante las expectativas  de un futuro incierto y no predecible, debido a que la única constante que se da es el cambio, surge la preocupación de prepararnos y preparar a las nuevas generaciones para un mundo de transformaciones sin precedentes y de incertidumbres radicales.

La pregunta que hemos de plantearnos es: ¿qué hemos de aprender nosotros y enseñar a nuestros hijos para sobrevivir y prosperar en el presente siglo, y en el venidero?  

El futuro es incierto, porque una vez que la tecnología consiga modificar cuerpos, cerebros, y mentes, ya no podremos estar seguros de nada, ni siquiera de aquello que parecía fijo y eterno. Estamos ya en el inicio de realizar migraciones al ciberespacio, de experimentar cambios sensoriales por implantes informáticos. Este cambio será tan profundo podría muy bien cambiar la estructura básica de la vida, haciendo de la discontinuidad su característica más destacada. Las consecuencias de este cambio conllevan niveles altísimos de estrés, y exigen una  gran dosis de adaptación. Por lo tanto, se necesitará una gran capacidad de aprender de manera constante. Afrontar experiencias nuevas como algoritmos que manipularan las emociones con precisión.

Este mundo nuevo, que parece una ficción, se presentará con una cruda realidad que nos obligará a sobrevivir o morir. Para sobrevivir, necesitaremos flexibilidad y equilibrio mental; aceptar lo desconocido;  prever el posible peligro de convertirnos en rehenes de la tecnología. Y para responder a las preguntas: ¿cómo preparar a las nuevas generaciones, y qué enseñarles? Los pedagogos expertos indican que se debe enseñar “las cuatro ces”: pensamiento crítico, comunicación, colaboración y creatividad. Hacer hincapié en habilidades de uso general para la vida, como la capacidad de habérselas  con el cambio. Las decisiones que tomemos en las próximas décadas moldearan el futuro de la propia vida. Si las nuevas generaciones carecen de una concepción cabal, el futuro de la vida se decidirá al azar.

Otra cuestión, que se nos plantea, es en qué confiar. Poner la confianza plena en la tecnología conduce, como he expresado, en convertirnos en rehenes de ellas. Habría que confiar en nosotros mismos, en nuestras posibilidades humanas. Para ello, hay que recurrir al consejo que nos dio el filósofo Sócrates “conócete a ti mismo”. Actualmente esta acción de conocerse  se hace urgente, debido a la competencia que nos hace los medios informáticos, que no sólo hackea el teléfono móvil, el ordenador o la cuenta bancaria. En realidad, vivimos en la época de hackear, porque los algoritmos observan adónde vamos, qué compramos, con quién nos vemos. Pronto supervisarán todos nuestros pasos, nuestra respiración, los latidos del corazón. Su pretensión es ejercer una total autoridad sobre nosotros; conociéndonos mejor que nosotros mismos.

Tú decides, conformarte y ceder la autoridad a los algoritmos y que ellos decidan por ti y “ser feliz a su manera,” o conocerte a ti  mismo antes que lo hagan ellos. Pero, para ello, debes viajar ligero de equipaje. Dejar atrás tus ilusiones. Pesan mucho.