¿Qué esperas tú de la vida?
Columna de José Marcelo
Se nos pasa la vida cumpliendo años, siempre con la esperanza puesta en el futuro. Pero se nos olvida, algunas veces, que somos vida. Hablamos de ella como si fuera algo ajeno, comparándola con tantos asuntos: la vida es esto o aquello, lo que la vida nos da, lo que esperamos... Perdemos la capacidad de ser actores de su vitalidad. Hay que pasar por la experiencia de una grave enfermedad, para conocer y tomar conciencia del verdadero sentido del significado de vivir.
El concepto de ‘vivir’ es muy diverso y particular, cada cual puede tener un enfoque diferente; es necesario que nos pongamos de acuerdo en lo esencial. Es el momento de hacer la pregunta: ¿Qué esperas tú de la vida?, ¿qué esperamos, en realidad? Porque de cómo se responda a la pregunta, se puede determinar el modo de actuar de cada persona en la vida. Y al hablar sobre la vida, diferenciemos si nos referimos a nuestra vida particular, a nuestra propia intrahistoria humana o a la vida social que compartimos. Para que reflexiones sobre el significado de vivir, continúo preguntándote: ¿Eres una persona que buscas el reconocimiento, la admiración y ser envidiado por tus éxitos y logros?, ¿o bien quieres pasar la vida de modo desapercibido, sin hacer ruido alguno, deseas vivir de manera sencilla y humilde?
Estamos en una sociedad narcisista, que hemos creado valorando más la imagen, la apariencia. Se crea una necesidad de ser admirado no por lo que se es, sino envidiado por las posesiones materiales que se tiene. El éxito se quiere conseguir con el menor esfuerzo, sin tenacidad alguna. Todo acto social se hace con boato, con adulaciones, se da más valor a crear una falsa imagen del autor que de la obra que se presenta.
En los años 70, el sociólogo estadounidense Christopher Lasch declaraba que el narcisismo se había convertido en enfermedad social y cultural, determinó que la neurosis y la histeria que caracterizaban a las sociedades de principios del siglo XX habían cedido el paso al culto al individuo y a la búsqueda fanática del éxito personal por medio del dinero. Casi cuatro décadas después, ha cobrado fuerza la teoría de que la sociedad occidental actual es todavía más narcisista.
Y, si lo que tú esperas de la vida, es ser feliz, debes cuestionarte: ¿Qué entiendes por felicidad? Porque si pones la felicidad en cosas que jamás la podrás encontrar, convirtiendo tu vida en una necesidad de rodearte de bienes materiales, los cuales son fungibles y llenan tu vida de placeres fugaces, confundirás la felicidad con la dependencia de consumir. Este proceder te convertirá en un adicto, en un esclavo de tu trabajo, que te conducirá a padecer frustración.
Resulta evidente que el hombre de nuestro tiempo parece abocado a satisfacer febrilmente su ansia de placeres, sean ellos moralmente buenos o no. Se trata de “pasarlo lo mejor posible”, a costa de lo que fuere, en una búsqueda incesante de sensaciones placenteras, siempre nuevas y cada vez más excitantes. De ahí brota ese hombre frívolo, que tanto conocemos, impermeable a todo lo que sea espiritual o incluso cultural.
Llegando a este punto de la reflexión, tú decides qué hacer con tu vida y cómo vivirla, o bien deciden por ti.