¿Qué fue de mi pueblo?
“De niño, mi pueblo era un pueblo de cánticos. (...) Se oía pregonar al trapero como al frutero, se oía pregonar al calero como al latero y se oía recitar al viejo romancero. (...) De niño, era un pueblo de niños. De niñas que cantaban a saltar la comba: ¡La niña bonita no paga dinero! (...) El aire, era aire que olía a estiércol, a tierra húmeda y a pueblo”.
Eran los años 60 del pasado siglo, cuando mi pueblo existía, porque estaba vivo y miraba al futuro, aunque la pobreza golpeaba las puertas de las casas humildes, pero se trataba de subsistir y de compartir lo poquito que se tenía. Fueron los años de ‘vente a Alemania, a Suiza o bien a Barcelona...’. Algunos iban por temporadas, pero otros sus hijos nacieron en el nuevo país y se quedaron. Pero los que regresaron, consiguieron mejorar el bienestar del pueblo. Eran otros tiempos. Pero, ¿qué fue de mi pueblo? Esta es la pregunta que se hacen los pocos vecinos que quedan, ahora, en lo que se llama la España vaciada.
La despoblación es un tema que preocupa, porque también está afectando a los municipios de la Alta Axarquía, siendo en los últimos ocho años aún más grave. Lo triste de la situación es la pérdida de servicios básicos como la asistencia sanitaria, la desaparición de escuelas y de los servicios de correos, la falta de atenciones financieras por la inexistencia de bancos... Así como el abandono del campo y de la ganadería. Cuyo abandono es causado por malas políticas que obligan al éxodo rural. Que arruinan a los pequeños campesinos y favorecen a las multinacionales agroganaderas. Esto produce un deterioro del medio natural.
Y, por el contrario, hay una alta concentración de población en las capitales de provincias y grandes ciudades como Madrid, Barcelona y el Levante Español... Cuya proporción tiende a crecer de manera exponencial, si no se ponen medidas urgentes. Se prevé que para el año 2050, sea el treinta por ciento de la población quienes vivan en el ámbito rural y el setenta por ciento en las urbes. Está situación lleva consigo graves problemas medioambientales y de salud.
César Rendueles en su libro Sociofobia comenta que en el surgimiento del Tercer Mundo, se dio también una gran concentración de población en las grandes capitales, y como consecuencia se produjo una hiperdegradación de las urbes. Que se trata de aglomeraciones sin un trazado de calles definidas, a modo tradicional, con carencia de servicios esenciales como el agua, la electricidad... El problema principal de la hiperdegradación es la falta de saneamiento en las zonas urbanas. Dos mil quinientos millones de personas viven en el mundo en esta situación, sin cloacas, ni pozos negros, ni letrinas. Esto trae como consecuencia graves enfermedades. Ejemplo Kinsasa, una ciudad de diez millones de habitantes, que no tiene ningún tipo de gestión de residuos. Las áreas urbanas hiperdegradas son el problema colonial del siglo XXI. Pero es un tema que merece un artículo aparte.
Las soluciones pasan, en un mundo global, por medidas globales. Que se debe superar el pánico que produce los movimientos migratorios. Que es triste que existan mundos tan distintos y con tanta desigualdad. Esto son razones suficientes para cambiar de actitud y poner los avances tecnológicos al servicio de problemas graves. Es cuestión de buena voluntad.