...con respeto, llámame viejo

A un hombre sabio y culto, le oí decir: “La juventud es un tesoro, la vejez es un arte”. Comprendí sus palabras al ver su rostro lleno de arrugas y escuchar su voz quebrada por el tiempo. Aprendí, en ese instante, que era sabio por viejo, y culto porque había dedicado toda su vida a la búsqueda de la sabiduría. 

La vejez debe de ser entendida como un periodo acumulado de vida, donde el arte de envejecer es el arte de conservar la esperanza. El anciano está en el derecho de disfrutar del bienestar social, que establece como finalidad que todos los miembros de la sociedad deben disponer de los medios precisos para satisfacer aquellas demandas comúnmente aceptadas como necesidades. Que sea atendida su salud, tanto por la geriatría que atiende los síntomas físicos  de  las enfermedades de la vejez,  como por la gerontología que es la disciplina que estudia la vejez y todos aquellos fenómenos que la caracterizan, con un doble objetivo: prolongar la vida saludable y mejorar la calidad de vida en todos los aspectos posibles.
     Es preciso que los falsos prejuicios sobre la vejez se desechen y se produzca un cambio radical de mentalidad en la sociedad. Porque es un grave error etiquetar el envejecimiento de la población como un problema social y una amenaza,  en lugar de ser uno de los mayores logros de la civilización. Como mencionan el gerontopsiquiatra argentino Leopoldo Salvarezza y el psiquiatra norteamericano Robert Neil Butler, la realidad es otra: los ancianos disfrutan cada día de mejor salud. 
Es muy importante que la persona, antes del descanso merecido de la jubilación, se prepare y reciba orientación sobre la nueva etapa. Haya vivido de acuerdo a valores positivos y con metas, para sentirse útil a los demás y buscar su propia realización personal. Es cierto que va a depender de sus circunstancias socioeconómicas y del  estado de salud para disfrutar intensamente, o no... Porque, como escribió Simone de Beauvoir, en su tratado sobre el envejecimiento, “la solución para que la vejez no se convierta en una caricatura de la vida anterior, es continuar fijándose metas que den significado a nuestra existencia. (…) Desear pasiones lo suficientemente intensas, que nos impida cerrarnos en nosotros mismos, (…) y vivir una vida de entrega y de proyectos”.  
     Es muy necesario que el jubilado se adapte a una perspectiva distinta del tiempo, para que los proyectos sean a corto plazo. Que la proyección de su vida  continúe en la ciudad,  en su pueblo o barrio donde ha vivido, en contacto con su familia y amigos. La atención  del cuidado la reciba en su propia casa. Porque, de lo contrario, si se da un desarraigo, cae en el vacío y en la soledad. Es penoso que, cuando la persona anciana pierde su autonomía, los familiares se vean obligados a internarlo en residencias.  Estas residencias deben de ser de régimen abierto, para que continúe el contacto con la ciudad en la que ha vivido. En una  situación de internado es cuando la soledad del anciano se agrava, y cuando él necesita más de las visitas de sus familiares. Otra alternativa sería adaptar los pequeños pueblos rurales en modelos de residencias, para lograr una relación más  natural y abierta.  
     La OMS ha introducido el concepto de envejecimiento activo, para referirse a optimizar el bienestar físico, social y mental durante toda la vida de la persona. Con el objetivo de ampliar la esperanza de vida saludable, la productividad, la calidad de vida en la vejez. 
     Quedémonos con el pensamiento del poeta Antonio Gala “Que envejecer no se trata de añadir años a la vida, sino de dar vida a los años”