Un curso de magia
Termina un año, aunque es un periodo corto de tiempo, lo damos por cerrado ante la perspectiva de que amanece un nuevo ciclo. Pensamos en nuevos proyectos, en ilusionarnos con esperanza de que sea mejor que el anterior, e incluso superar las adversidades que todavía continúan. Esta pasada Navidad ha vuelto a ser atípica por la presencia de la variante ómicron del covid19, en la cual hemos procurado aprender a convivir con la situación. Comenzamos el año celebrando la Epifanía, los niños escriben sus cartas y esperan con ilusión los regalos que les traerán los Reyes Magos. Que es de magia de lo que se trata.
Os confieso que, desde mi infancia en los años 60, siempre les he escrito a los Magos. La pregunta de rigor era: ¿has sido bueno? La respuesta no la dudaba: he sido bueno. Porque, en mi caso, mi carta pidiendo mi regalo la recogía un sacerdote que me recompensaba por la labor como monaguillo. Escribir la carta era un trámite obligado y necesario para recibirlo, pero condicionado por la magia. Ahora, aunque soy muy mayor no he perdido la costumbre de escribirles, lo hago por otras razones.
Este año les he pedido, de nuevo, como regalo otro curso de magia, para aprender cómo he de enfrentarme a la vida, cómo entenderla, cómo compartirla... Una magia que tenga la grandeza de ofrecer esperanza y confianza, para darle sentido a la vida.
Me refiero a esa esperanza que María Zambrano define como “hambre de nacer del todo, de llevar a plenitud lo que solamente llevamos en proyecto”. Para alcanzarla exige una auténtica confianza, la basada en la voluntad de renacer cada día; a pesar de las contrariedades de la vida. Con mucho acierto, María Zambrano nos dice que para encontrar esa confianza hay que mirar en nuestro interior:
“Si miramos lo que permanece en nuestro interior bajo las creencias y aun bajo la duda, bajo la inquietud y en la quietud misma, es algo cuyo nombre más adecuado parece ser el de confianza”.
Ambos conceptos los recoge en su libro Hacia un saber sobre el alma.
Tenemos razones de corazón para desear esa magia tan necesaria, la que nos motiva para continuar viviendo, para levantarnos e ir al trabajo, o bien plantearnos nuevos proyectos. Entre esas razones del corazón está la necesidad de afectividad que tenemos los seres humanos, que es un ingrediente muy importante para dar cohesión y producirse la magia de la que os hablo. De lo contrario, caemos en el pesimismo o en la derrota. La dificultad está en aprender, día a día, este curso de magia que nos enseña con lecciones de ensayo y de error, porque los aciertos se desvelan a fuerza de experimentar. Nada hay escrito, pero todo queda tatuado en nuestra piel y en nuestro corazón con profundas cicatrices.
Y sólo me queda ofrecer el aliento del poeta cuando dice: “Quiero encontrar la confianza que brota cada primavera: / La que nace del vientre cálido / y viene con una esperanza nueva. /La que sueña y se despierta cada amanecer. / La que recuerda las huellas de un camino andado / y con lentos pasos construye la libertad. /La confianza que va sembrando la simiente / y brota cada primavera”.