Atardeceres
Tengo un libro nuevo esperando en mi rincón de lectura. Lo vi en un escaparate, me atrajo su sugerente portada y entré a la librería a pasearme durante unos minutos por sus páginas. Su historia y su prosa invitaban a leer, y me lo llevé a casa, al lugar donde esperan otros libros recientes con sus portadas brillantes y su olor a nuevo. Será el primer libro de Luis García Montero que lea, aunque sí conozco sus versos. “Si el amor, como todo, es cuestión de palabras / acercarme a tu cuerpo fue crear un idioma”.
Este poeta de Granada, ensayista y profesor de literatura, estudioso de los poetas andaluces, acaba de ser nombrado Hijo Predilecto de Andalucía. Su discurso, intenso, reivindicativo y valiente, estuvo salpicado de citas y referencias a otros poetas del sur, conocedores como él del alma andaluza; cantores de la belleza y el sentir de esta Andalucía diversa que nos ve vivir, que nos apasiona, nos conmueve y a veces nos desconcierta. “Como soy poeta y Andalucía es tierra de poetas, sabrán com- prenderme si en mi intervención acudo una y otra vez a la herencia que he elegido para buscar una identidad”.
En su recorrido en prosa por esa identidad andaluza, cuenta que una vez, paseando por la bahía de Cádiz, vio cómo la gente aplaudía espontáneamente una puesta de sol. “Se celebraba la belleza y el paso natural del tiempo”. La anécdota me recordaba otro atardecer de esos que dejan huella. Fue en Granada, en el Mirador de San Nicolás. Habíamos ido a una boda en la iglesia mudéjar que da nombre al mirador. Recuerdo que subí la cuesta andando despacio, con mi vestido de fiesta, mi chal y unos tacones imposibles que me torturaban los pies. Hacía calor en la iglesia, mientras los novios, felices, se juraban amor eterno “en la riqueza y en la pobreza; en la salud y en la enfermedad”. Caía la tarde, mis zapatos apretaban y mi ánimo me pedía una tregua. Discretamente, salí de la iglesia a respirar el aire fresco de la tarde, y me encontré de pronto con un bellísimo atardecer. El sol se iba, dejando en el cielo un milagro de luz y color que iluminaba con sus tonos anaranjados la belleza de la ciudad, que parecía dormida a mis pies. Absorta, con los zapatos en la mano y mirando La Alhambra, aplaudí con los ojos las pinceladas brillantes del celeste mural, y me bebí cada instante de aquel mágico atardecer, celebrando la belleza y el paso natural del tiempo. Después de mi furtiva cita con el sol, me prometí volver a Granada, la ciudad “que huele a misterio, a cosa que no pudo ser y, sin embargo, es”, como dice en su discurso García Montero citando a Lorca. Entre poetas andaluces, este paseo suyo por la identidad de su tierra deja al aire su pensamiento profundo. Citando a Machado, dice: “Para que una sociedad sea libre, no basta con poder decir lo que pensamos, hay también que poder pensar lo que decimos”. Leeré despacio este discurso, y después el libro que espera en mi rincón de lectura. Mientras tanto, me quedo con unos versos suyos que acompañan otro atardecer, que se asoma a mi ventana con un sol hermoso que viste de colores el perfil de mi paisaje y el momento sereno en el que escribo. “Ahora sé / que estas calles nos han hecho solitarios / y nuestro corazón / tiene el pulso amarillo de las maderas lentas de un tranvía”.
Hablar de Andalucía, escribir de Andalucía, amar Andalucía... ‘Sentir’, con sus luces y sus sombras, la tierra que nos acoge, tan cantada por los poetas andaluces de ayer y de hoy. García Montero acababa su discurso con una bella reflexión que Cernuda escribía en 1933: “Confesaré que solo encuentro apetecible un edén donde mis ojos vean el mar transparente y la luz radiante de este mundo..., donde el tiempo se deslice insensiblemente entre las hojas de las palmas y el lánguido aroma de las flores meridionales. Un edén, en suma, que, para mí, bien pudiera estar situado en Andalucía”.
Entre atardeceres, poetas y versos, con el adiós del sol latiendo aún en mi ventana, pienso que mi edén, mi particular paraíso, está también en Andalucía. En su sol, en su luz, en su gente... En cualquiera de esos rincones donde se aplauden las puestas de sol.