Manojo de geranios
Anochecía en el paseo marítimo de Torre del Mar, agosto mostraba su cara más lúdica con el animado ambiente de paseantes y gente en vacaciones, y una espléndida luna llena iluminaba la noche mirándose coqueta en el espejo del mar.
Anochecía en el paseo marítimo de Torre del Mar, agosto mostraba su cara más lúdica con el animado ambiente de paseantes y gente en vacaciones, y una espléndida luna llena iluminaba la noche mirándose coqueta en el espejo del mar. En el escenario abierto que nos es tan familiar, ‘Al Son del Rebalaje’ esperábamos vivir un espectáculo único. Daniel Martínez, brillante músico y compositor de la tierra, prometía emocionarnos de nuevo con su maravillosa música y, además, previo a su concierto Espuma y Viento, que ya tuvimos la suerte de disfrutar el año pasado en el mismo escenario, se presentaba el cortometraje Manojo de Geranios, una historia profunda que el joven músico imaginó leyendo unos versos de Joaquín Lobato. Una historia callada de amor y muerte, una tragedia desvelada que Daniel llenó de música.
Muy bien dirigida por Enrique García, la historia nos la contaban bailando Antonio Guerra, Greta Zorrilla y Pilar Franco, magníficos bailarines que llenaban con su arte la paz antigua de un hermoso claustro adornado con geranios. Con una estética impecable, bellísima, los brazos, los pies, los gestos hablaban sin hablar de un amor prohibido que se despertaba entre el desenfado de una feria. En la Feria de San Miguel / yo te suelto mis amores / seis perlas, siete flores / cinco farolillos verdes. Antonio, Greta y Pilar la interpretaban con su baile sin decir ni una palabra. Y nunca un silencio fue más elocuente. Y nunca una música más apropiada para mecer la tristeza de un amor dolorido.
Los versos de Joaquín Lobato escondían una historia intensa. Nota a nota, captando la sensibilidad del poeta veleño al que conoce bien a través de sus versos, Daniel Martínez la sacó al aire en forma de melodía y Enrique García le dio forma dirigiendo con maestría a los protagonistas en escenarios precisos y preciosos, con un gusto exquisito. Todo un lujo ver algo así. Tres artistas geniales, bailarines de raza, expresaban en silencio el desgarro de un suspiro de amor, vibrando, sufriendo entre coloristas flores, manojo de geranios que perfumaban el aire. Greta y Pilar, vestidas de blanco y descalzas, bailaban después el dolor de un sueño roto, en una playa hermosa bañada por un sol gratificante que aparecía, poco a poco, suavizando con su luz amarilla la tristeza fría que danzaba en la arena gris. Espectacular la escena. Impecable la estética de un amanecer bellísimo que se dolía iluminando la pena de un amor imposible.
Con el corazón encogido por lo que habíamos visto, volvía la música de Daniel a alegrarnos el ánimo con su Espuma y Viento. Otra vez las guitarras, los violines, la percusión... Otra vez las maravillosas voces cantando los versos de Joaquín. Otra vez el arte de Antonio Guerra haciendo bailar a su mantón. Y otra vez todos juntos elevando el nivel de lo hermoso hasta el infinito y más allá. Mientras, en un discreto rincón, mirando al escenario, una amorosa abuela acunaba a su nieto al compás de esa música dulce que conoce bien. La mejor nana que pudo soñar.
Y nos fuimos a casa con el eco de la música excelsa que se quedaba en el aire. Henchidos de ella, caminamos despacio por la orilla del mar, bajo la luz plateada de la inmensa luna que asistió al concierto. Soñando con guitarras, violines, pianos, clarinetes... Soñando amores en verso. Desde algún palco celeste, el poeta veleño habrá vibrado, como nosotros, con esos bailes callados que lo dicen todo; con esa música maravillosa y sensible que abraza sus versos.
Gracias, Daniel Martínez, por esos geranios de amor que perfumarán para siempre su recuerdo. Gracias por un concierto inolvidable. Gracias, otra vez, por llenarnos el alma de música.
Y en el cielo de agosto, las estrellas, como decía Joaquín, se quedaban dormidas en la arquitectura de un silencio.