‘Summertime’
El verano que empieza llegó con temperaturas extremas, caldeando aún más el ambiente revuelto donde se alternan las nubes y los claros de la actualidad.
Una actualidad convulsa, rodeada de incendios por todas partes, que nos ocupa y nos preocupa. Hemos abandonado -casi- la mascarilla que nos protegió del virus y nos ocultó la sonrisa durante un tiempo triste que se nos hizo larguísimo y, por fin, nos besamos, nos abrazamos, nos saludamos tocando piel, aunque con cierto temor aún porque el virus sigue aquí, veraneando cómodo entre nosotros, aunque ya no nos asuste tanto.
Con calor sofocante, sin mascarilla y con ganas de veraniega normalidad, seguimos inmersos en una actualidad enrarecida que nos sigue conmoviendo con noticias terribles de una guerra absurda que parece no tener fin. Canta Ella Fitzgerald, ‘reina del jazz’, mientas escribo este artículo en el calor del verano sintiendo cerca el sonido del mar. “Summertime, and the livin’is easy...”. Es verano y la vida es fácil. Su voz negra se mezcla por momentos con la voz azul del acompasado rumor de olas que también canta al verano. Por un momento, las músicas se abrazan en un fundido de notas melodiosas y me regalan un hermoso instante de relajante paz. Pienso en la gente que sufre, precisamente ahora, viendo quemarse distintas sierras; sus casas, sus tierras, sus animales... Para ellos el verano no es fácil. La vida tampoco. Ver arder un monte sobrecoge, todo lo que era vida se esfuma y se transforma en un erial calcinado. Se pierden vidas inocentes, se queman las casas, la fauna, la flora, y desaparecen especies centenarias que tardarán muchísimos años en recuperarse. Pinos, castaños, robles, cerezos, cabras y gatos monteses, lagartos verdinegros, lagartijas serranas, águilas, búhos, lobos... Cada verano la misma historia: el fuego arrasándolo todo y los bomberos dejándose la piel intentando apagarlo. Mientras, las chicharras, banda sonora del verano, se duelen con su canto más triste; ellas, cantoras y bohemias, haciendo honor a su filosofía, prefieren morir cantando.
Ajeno a las tragedias, a los incendios, a las guerras, a los virus, a la violencia que no cesa, el solsticio de verano, el día con más horas de luz, llega precisamente hoy, este martes 21 cuando escribo. El solsticio, ‘sol quieto’, marca oficialmente el inicio del verano. Siempre me gustó este día de junio envuelto en un halo de magia; a su alrededor se producen rituales de fuego y agua que buscan atraer la suerte. Coincidencias cósmicas afectan a los signos del zodiaco y este año -dicen- traen mucha energía positiva. Ojalá pudiéramos creer en ello; ojalá fuera cierto que esa magia de luz de sol, superlunas hermosas y ceremonias alrededor del fuego y el agua, pudieran suavizar el ambiente y apagar esos otros fuegos distintos, y nada mágicos, que destruyen la naturaleza, la vida y los sueños de muchos.
Hace algunos años, celebré en París el solsticio de verano recordando aquel primero, tan lejano ya en el tiempo, que fue para mí realmente mágico. No sé si el sol quieto de aquella playa, la luna espléndida de la noche de San Juan o alguna coincidencia cósmica, lograron que un sueño adolescente se hiciera realidad. Y nunca una noche fue más mágica. Por eso, y en su recuerdo, paseamos París envueltos aún en el hechizo de luna de aquel momento único que marcó nuestra vida para siempre. Bajo los puentes del Sena, el verano navegaba sereno al son de una hermosa barcarola, y un romántico sol quieto iluminaba un recuerdo inmortal.
Está nublado el cielo en este día de junio que da la bienvenida al verano. Las temperaturas tórridas han dado paso al fresquito de la brisa marina que ondea las banderas de la playa. La misma playa del hechizo. La playa de entonces, la playa de siempre, que se prepara otra vez para celebrar la noche de San Juan. La gente se lavará la cara en el mar y danzará alrededor del fuego esperando el sortilegio... Hace falta la magia. Más que nunca.
“Summertime, and the livin’is easy...”. Qué hermosa canción.