Crisis cotidianas

Este tiempo que nos toca vivir está siendo crítico, todo son crisis y estamos ya desbordados, ¡porque… no damos abasto para tanta crisis! 

Desde la económica, la de toda la vida, (la que nos preocupa, porque nos iba a dejar sin trabajo, sin vacaciones, y sin poder pagar la hipoteca), a la crisis medioambiental, la que va a destruir el planeta a base de deshielo y sequías.

Tenemos crisis globales, sectoriales, humanas, atmosféricas, económicas, bélicas y de conflictos territoriales… la crisis de Oriente Medio, la de Ucrania, la de los países con regímenes totalitarios, las crisis democráticas…

La crisis sanitaria, la que padecemos cuando necesitamos ir al especialista y nos faltan meses en el almanaque, para poder anotar la cita a 8 meses vista. ¡Me falta nevera para colocar tanto almanaque! Citas médicas con unos profesionales, especialistas, a quienes considero que son otros damnificados de esta crisis de la Sanidad en mayúsculas.

La crisis de valores de la sociedad actual, culpable de que los jóvenes estén como están, o eso dicen los que entienden…

La crisis tecnológica, la crisis financiera y de las instituciones. 

La crisis energética, una de las más visibles, cada mes la veo en el recibo de la electricidad, ¡Cómo sube! Las subidas de este recibo solo son superadas por la de la gasolina en vacaciones, qué nostalgia cuando veo el ticket de la gasolinera de hace unos meses… cuánto ha crecido en tan poco tiempo, ¡Por Dios!, bueno y por el precio del petróleo y por los impuestos.

Y sigo pensando en otras crisis: en las de los sectores productivos, del aceite, de la uva o del cereal, la crisis de la ganadería, la agricultura, y del automóvil. La crisis alimentaria, la crisis de la enseñanza, la de vocaciones religiosas y la demográfica. 

¡Qué barbaridad! Seguro que me olvido de alguna crisis importante.

Hay también crisis más personales: la de los cuarenta, la de los cincuenta, la crisis existencial, la crisis emocional y la crisis de autoestima, la crisis de ansiedad y la crisis familiar y de pareja…

Difícil encontrar la peor de todas las crisis o la menos mala, la más llevadera, la menos dañina o la de más fácil solución…difícil. 

Para mí, no obstante, es fácil encontrar una crisis que contenga en sí misma a todas las demás, y es una crisis que no solo me desborda, me entristece y me avergüenza.

La CRISIS, en mayúscula; la CRISIS HUMANITARIA, la que mata nuestros sentidos, provocándonos ceguera, sordera e insensibilidad. Porque ni vemos, ni oímos, ni sentimos las muertes que, desde las pateras, los cayucos, y en cualquiera de nuestros maravillosos océanos, nos acompañan cada día, a través de las noticias de la tele, mientras cenamos, preocupados, eso sí, por nuestras crisis cotidianas.