El pintor de música

Claude Debussy (22 de agosto de 1862 - 25 de marzo de 1918) fue un compositor francés a quien, en ocasiones, se le consideró el primer compositor impresionista, término que rechazaba enérgicamente

Sus composiciones influyeron notablemente en la música de finales del siglo XIX y principios del XX. Nacido en familia modesta y escasa participación en la cultura, Debussy manifestó un enorme talento musical y por ello fue admitido, a la edad de diez años, en la más alta institución musical: el Conservatorio de París. Comenzó estudiando piano, pero su gran vocación la desarrolló en la composición innovadora, con la desaprobación de los profesores conservadores.

Me gusta pensar que el significado de conservatorio no viene de estas actitudes personales, sino que es lugar donde se guarda y preserva el arte de la música de los creadores. Muchos años le tomó desarrollar sus inquietudes musicales. Fue a la edad de 40 años cuando alcanzó la importancia internacional. Compuso una única ópera, preludios, nocturnos, imágenes, sonatas y trabajos de estudio, con incursiones en la música de cámara. En sus composiciones se percibe una reacción a la música de Wagner y la tradición musical alemana. En sus ‘bocetos sinfónicos’ traslada una amplia variedad de poesía, incluso la suya propia, haciendo uso de su particular paleta de colores con los que vivifica las armonías nacidas de sus adentros.

Cuando pienso en Claude Debussy, me es inevitable sentir la resonancia de las acuíferas notas que fluyen en pos de su manantial, en Claro de luna. Acuíferas, porque se me presentan como el reflejo de la luna sobre la superficie del agua mecido por la brisa de la noche. También en el claro del bosque la luz lunar se mueve con las infinitas sombras de los árboles, y es lugar escogido por los que sienten que ahí, es posible algún ‘despertar’. Mas no es el claro del bosque un lugar a donde ir a buscar explícitamente, porque nada se encontrará (como nos dice María Zambrano). En esos espacios el misterio se esconde ante la presencia inesperada, se cierra el cerco y es expulsado el intruso.

Al claro del bosque se llega por atracción o seducción; y la música,  oculta y custodia estas restricciones, accesible sólo al espíritu que no busca; por ello es que encuentra. Es probable que Debussy imaginase el claro del bosque bañado por la luz de la luna, de ahí el nombre de su composición. En Arabesque, las notas son como las gotas que la lluvia ha dejado colgando de las ramas de los árboles y caen rendidas tras la tormenta, saludando a la calma, despertando los colores con los tímidos rayos del sol. Imagino la música de Debussy como nubes blancas de algodón deslizándose pacíficas en el cielo, creando pareidolias para los ojos. Esta música no fue bien tolerada por otros compositores de su época. Y es que, lamentablemente, hasta en el mundo de la música hay obstinados conservadores y ‘burócratas de ventanilla’. La libertad es algo inherente al arte, es consustancial e inseparable.

Si un músico se distancia de la libertad compositiva por complacer la tendencia imperante, no es merecedor de albergar ese don. La música de Debussy se puede oír contemplando la lluvia en el bosque, o tumbado en la arena, cerca del rebalaje, observando la lenta caravana de nubes transportadoras de vida. Música para dos manos sobre el teclado, donde la mano izquierda, siempre sabe lo que hace y siente la mano derecha. Otro misterio que la música diluye.