Amigos del patrimonio
Columna de Salvador Gutiérrez
Si la Sociedad de Amigos de la Cultura de Vélez-Málaga no existiera, habría que inventarla. Porque, casi durante dos décadas, ha sabido apuntar, certeramente, sobre los crónicos problemas patrimoniales que han aquejado a nuestro municipio. La SAC ha puesto sobre la mesa la importancia que la conservación del patrimonio histórico y artístico de una ciudad tiene sobre los ámbitos y aspectos más diversos. La SAC ha sido una medicina necesaria que nos ha ayudado a reconciliarnos con todo lo bueno que el pasado ha ido dejando en nuestra tierra. La SAC ha enseñado a mirar, de otra manera, nuestro entorno, nuestro pasado, nuestra historia y nuestro arte. La SAC ha sido la vacuna inyectada a nuestros políticos y gobernantes -que durante años estuvieron más preocupados en otros menesteres (quizás más lucrativos)- para que volvieran la mirada a un municipio con lepra en sus monumentos.
Además, siempre me he congratulado con la pluralidad de personas, ideas, ideologías, posicionamientos y sentires que danzan alrededor de la SAC, aunque, como en todo grupo humano, haya habido individuos que la han utilizado para su propio beneficio y no por verdadera pasión por la cultura.
En todo caso, si tuviera que quedarme con un aspecto de la SAC me quedaría, sin dudarlo, con su faceta reivindicativa en torno a la defensa del patrimonio histórico y artístico. Hay tanta objetividad, tanta verdad, tanta necesidad y tanta materialidad encerrada en ese cometido, que los otros terrenos -más sutiles, más subjetivos, más abstractos, incluso más ‘políticos’- por los que la asociación ha transitado, adolecen de esa fuerza y de esa contundencia.
Sea como fuere, en la actualidad la Sociedad vuelve por sus fueros y coge el toro del patrimonio por los cuernos: se lanza en plancha sobre la imperiosa necesidad de tomar medidas con respecto al convento de las Claras. La SAC vuelve a sus orígenes sirviendo de revulsivo para que la ciudadanía perciba la necesidad de una intervención urgente sobre ese importante monumento. Vélez-Málaga -por decenas de razones, de todo tipo- no puede permitir que el convento se caiga a cachos, porque quien no sabe conservar su pasado, no sabe vivir su presente, ni construir su futuro.
Hay que recuperar, cuanto antes, Las Claras. Y después, entre todos, consensuadamente, con sosiego, sin partidismos y sin ansiosos apasionamientos, decidir el destino final del edificio. Y en este punto me gustaría abrir un elemento de debate y reflexión: ¿todo edificio, monumento, nueva infraestructura, debe tener, siempre, una finalidad de carácter cultural? ¿No le sobra a la cultura continentes -muchas veces infrautilizados y mal llevados- y le falta contenido?
Este mismo periódico, la SAC y, ahora, una plataforma compuesta por distintas asociaciones y colectivos, han puesto ya su granito de arena en la defensa de este monumento. Pero deberá ser el conjunto social del municipio, la gente de a pie, los hombres y mujeres de Vélez-Málaga, quienes se convenzan de que en el siglo XXI, en pleno centro histórico de la ciudad, no puede existir un monumento de tal importancia abandonado a su suerte. El edificio que sobrevivió al terremoto de Lisboa de 1755 también debería sobrevivir al despiste de los gobernantes de 2017.