En la nube

Columna de Salvador Gutiérrez

Todo está en la nube. Todo es digital. Todo está guardado en una memoria abstracta y sin lugar ni espacio físico. Nada hay material. Nada hay real. O, al menos, esa es la opinión mayoritaria que se impone en esta sociedad. Y, sin embargo, pese a vivir en la era de lo que no existe, de lo intocable, el mundo se empecina en recordarnos que sigue siendo analógico.

Analógicas son las vacunas que, se supone, nos van a poner a salvo de un bicho extraño -cuasi artificial- que tiene atemorizado a medio mundo (el otro medio sigue en continua fiesta y despiporre). Analógicos son los trombos que, dicen, provoca la vacuna de AstraZeneca. Analógica es la intendencia, la logística que tiene que acompañar a la vacunación de miles de millones de personas en todo el mundo. Sí, es paradójico que en la era de lo digital el mundo se esté poniendo a resguardo de la enfermedad de la misma forma en la que lo hubiéramos hecho de la peste en la Edad Media. En la era de lo digital, tenemos que acudir a la misma logística a la que acudían las tropas romanas para alimentarse en las guerras púnicas. Es curioso contemplar cómo en la era de los algoritmos seguimos haciendo colas decimonónicas y acudiendo a carpas dieciochescas para encontrarnos con una jeringuilla salvadora, instrumento que poco o nada ha evolucionado a lo largo de los años. 

El coronavirus, de alguna manera, nos ha hecho retroceder de casilla. Y es que en el siglo de las transacciones financieras invisibles, de los bitcoins, del vertiginoso comercio global un mercante atravesado en el Canal de Suez tapona, como un trombo de AstraZeneca, la arteria del comercio internacional. La nube digital aún no ha llegado al comercio por mar. Y nuestros coches y nuestras fundas de móvil recorren los siete de mares en buques estratosféricos hasta llegar a nuestros hogares. Analógicos, pues, son los miles y miles de mercantes que surcan los océanos, diariamente, de la misma manera y con el mismo fin que lo hacían los barcos fenicios llegando hasta nuestras costas hace un par de milenios.

Analógico, el mundo sigue siendo analógico. Y cuando no lo es, ocurren chapuzas y disparates como el que le ha ocurrido al SEPE tras un ciberataque. 

Cuidado con guardar nuestra demanda del paro, nuestro mundo, nuestro pasado, nuestro presente, lo que somos, lo que nos conforma, en una nube abstracta y virtual. Quién sabe, si algún día, un despistado, dándole a un botón analógico o digital acabe borrando nuestra memoria y nos convierta en una sociedad con un Mal de Alzheimer Digital…

Lo cierto es que, analógica o digitalmente, parece que vivimos un poco en las nubes…