El mito necesario
Lo dice el mediático Yual Noah Harari: “Nuestra especie prevaleció por su capacidad de creer en ficciones compartidas, la religión entre ellas”.
Lo dijo el tímido Jorge Luis Borges en su relato El Indigno: “Carlyle ha escrito que los hombres precisan héroes”.
Lo dijo el escondido Pessoa en su Libro del Desasosiego: “El hastío es la falta de mitología (…) sí, el hastío es eso: la pérdida, por parte del alma, de su capacidad de mentirse, y la ausencia, para el pensamiento, de esta escalera inexistente por la que se accede firmemente a la verdad”.
En fin, que todos ellos (y alguno otro como Freud) han hablado de la necesidad que, como individuos y como sociedad, tenemos del héroe y del mito.
Con la muerte de Maradona, Argentina y los argentinos han hecho buenas todas las reflexiones precedentes.
Necesitamos ídolos, héroes y mitos. La desproporcionada respuesta a la muerte del futbolista así lo corrobora.
La mitología maradoniana es grosera, hortera y obscena. Pero no deja de ser mitología, una mitología de suburbios y con sabor y olor a incultura y a pobreza. Pero mitología, al fin y al cabo.
Al peor estilo del cine gore, obscena ha sido la foto que el funerario se ha hecho con el cadáver de Maradona dentro de su ataúd. Y terrorífica y grosera ha sido la respuesta de los hinchas que han amenazado con cargarse de una paliza al funerario.
Ya lo dijimos en una anterior columna: hay una tendencia generalizada en nuestra sociedad a desmitificarlo todo. Peligrosa tendencia, desde mi punto de vista. Porque si a los mitos y a los héroes se los desmitifica, se los destrona, se los guillotina o se los destierra, necesariamente habrá que sustituirlos por otros, y nadie nos garantiza que los nuevos mitos sean mejores, más bondadosos, bellos, éticos y virtuosos que los anteriores. Además, ¿quién se arrogará el poder de crear nuevos mitos?, ¿quién les asignará la autoridad moral para crearlos…?
Creo que hay que cambiar los mitos ordinarios -entendiendo ordinario en su acepción más amplia- por mitos extraordinarios -también en el sentido más amplio y moral del término-. Pero, claro, habrá que hacerlo con suave evolución -sin estridencias- y echando mano de la cultura y de la educación. Mientras eso no ocurra, la obscenidad y la grosería que envuelven al mito de Maradona tendrán su razón de ser.
El futuro del mito no es la desmitificación. Son los mitos de calidad. (Lo dijimos en nuestra anterior columna: María Zambrano dijo que una cultura depende de la calidad de sus dioses).
En fin, hasta la muerte del futbolista la palabra más buscada en Google, desde el pasado marzo, era coronavirus, a partir de su muerte la palabra es Maradona: el mito necesario.