Viejas miradas, miradas nuevas

Ha caído en mis manos el nuevo libro de nuestro amigo y compañero de artículos Francisco Montoro.  El libro tiene el sugerente título de Viajeros en Vélez-Málaga y me cuentan que se presentará el próximo 20 de abril en el flamante y recién inaugurado Museo de Vélez (MUVEL).

Aunque la expresión esté un poco manida, no se me ocurre otra mejor para definirlo: el libro es una joya. Joya por su envoltorio -cuidada y manejable edición, fantasiosas ilustraciones de Antonio Hidalgo-, pero joya, sobre todo, por su contenido. Porque el libro encierra toda una suerte de reflexiones, datos y curiosidades sobre lo que los muchos viajeros que a lo largo de la historia han visitado Vélez-Málaga, han dicho acerca de la tierra que pisamos. Libro necesario, no sólo por sus aportaciones históricas o por su potencial de entretenimiento, sino porque sirve para quitarnos algunas telarañas de los ojos y huir de un cierto egocentrismo del que, a veces, suele pecar nuestra ciudad. Porque a Vélez-Málaga no sólo la definen sus habitantes, sino también las otras miradas y las otras sensibilidades que durante algún tiempo se han colado en nuestra cotidianidad.

El libro nos transmite toda la ensoñación que encierra el viaje; toda la magia que envuelve a las largas jornadas de caminata a lomos de mulos o caballos; la aventura de encontrar posada a la llegada a una ciudad desconocida; el impacto ante unas nuevas costumbres y unas formas distintas de entender la vida. Todo el mundo oculto de un viaje, todas sus extrañas y bellas sensaciones están en este libro.

Setenta y cinco personas distintas, de países y épocas diferentes; con distintas intenciones a la hora de venir a Vélez-Málaga, exponen sus miradas y sus apreciaciones sobre la ciudad y sus gentes. Y eso nos sirve para ser conscientes de que otros nos han mirado y juzgado a lo largo de los siglos; para ser sabedores de que no somos ni hemos sido nunca el centro del mundo;  para conocer que, en algún momento, gente muy diversa nos puso la lupa de cerca.

El libro está lleno de alabanzas y loas a Vélez-Málaga. Pero también está salpicado de alguna que otra crítica a la ciudad y a sus gentes. Y eso es del todo saludable. Por eso este libro tiene la bondad de meter un poco de aire fresco sobre la concepción que tenemos de nosotros mismos. A veces es bueno abrir las ventanas para airear lo que somos y lo que creemos que somos. Este libro nos enseña que los extranjeros que nos han conocido a lo largo de los siglos han visto en nuestro pequeño terruño un pueblo más, ni el peor del mundo ni tampoco el mejor. Así que buenos son estos testimonios para demostrar lo infecundo que es cualquier tipo de chovinismo.

Dicen que somos lo que piensan de nosotros, así que Vélez sería el resultado de una media aritmética entre “el verdadero paraíso de la costa meridional de España”, que dijo Charles  Davillier, y el “pero aquí los corazones son más duros que las piedras; los ánimos de sus moradores están divididos por la envidia y por la desconfianza” que dijo el viajero Ibn Al- Jathib.

Con estas viejas miradas podremos mirarnos de manera nueva.