Lo profundo busca la máscara, decía Nietzsche. ¿Son máscaras o son rostros lo que Alberto Tarsicio ha estampado en la caverna del Museo de Nerja? En todo caso, máscaras o rostros, la profundidad asoma por el espacio en penumbra de la sala.
El fútbol hace de un lunes un día de fiesta. Y de un sábado, lo más cercano al paraíso en la tierra.
Tengo fiebre. En los últimos días una especie de virus ha hackeado mi sistema informático y me ha inundado el cuerpo de punzadas, tos y mocos. Tengo el software dolorido y embotado. Casi igual que miles de ordenadores del ancho mundo, víctimas, esta semana, de un siniestro ciberataque. Es, en los momentos de cualquier enfermedad, cuando somos conscientes de que en esta vida estamos cogidos con pinzas; de que cualquier resfriado nos puede dar el pasaporte para la otra dimensión sin apenas darnos cuenta.
En un mundo en el que quien no llora no mama; en un mundo en el que -cada vez más- actuamos como empresarios de nosotros mismos y nos empecinamos en vendernos a los demás continuamente, se agradece, como bendita agua de mayo, la presencia de esos escasos seres que van por la vida con orden y con concierto, sin alharacas, sin estridencias, a pecho descubierto y sin taimadas cartas debajo de la manga. Son individuos por lo general silenciosos, humildes, prudentes, con pocas ganas de destacar ni de sobresalir sobre nada ni sobre nadie; individuos que ni venden ni se venden; que no buscarán la foto fácil ni las falsas influencias ni los vacuos protagonismos ni el apoyo y el arropo -siempre falaz- de los poderosos.
Llevo años intentado decir, en artículos y en escritos varios, lo que le leí el otro día, en una entrevista, al humorista Juan Carlos Ortega: “Echo de menos que el humor se atreva con la nueva corrección política, porque la gente que se declara políticamente incorrecta, se refiere a cosas de hace cuarenta años. Pero la incorrección política ahora está en otro sitio: te metes con los grafitis y, bum, te machacan, por ejemplo. Yo reacciono contra la unanimidad: cuando escucho a Artur Mas quiero ser español, cuando veo una unanimidad de izquierdas quiero ser un poco conservador, o sea, que soy un inadaptado”.