Pepe Casamayor
En un mundo en el que quien no llora no mama; en un mundo en el que -cada vez más- actuamos como empresarios de nosotros mismos y nos empecinamos en vendernos a los demás continuamente, se agradece, como bendita agua de mayo, la presencia de esos escasos seres que van por la vida con orden y con concierto, sin alharacas, sin estridencias, a pecho descubierto y sin taimadas cartas debajo de la manga. Son individuos por lo general silenciosos, humildes, prudentes, con pocas ganas de destacar ni de sobresalir sobre nada ni sobre nadie; individuos que ni venden ni se venden; que no buscarán la foto fácil ni las falsas influencias ni los vacuos protagonismos ni el apoyo y el arropo -siempre falaz- de los poderosos.