El activismo corrompe el arte

Decía Van Gogh que el arte sirve para consolar a aquellos que están rotos, «quebrantados por la vida». Comparto la definición del famoso artista holandés, quien pintó la magnífica obra La noche estrellada.

Muchas pinturas del genial pintor holandés transmiten paz, tranquilidad... hasta alegría, pero es una ironía, puesto que la intención del pintor era volcar sensaciones bien distintas : buscaba expresar el dolor que sentía en un momento vital muy oscuro, cuando había ingresado en un psiquiátrico. Van Gogh quería imaginar lo que vería al salir de esas cuatro paredes que lo aprisionaban. Hecha esta introducción, quiero transmitir que el arte nos ayuda a desahogarnos, a calmarnos, nos inspira... Últimamente se le ha dado un nuevo uso : como vía de reivindicación, y estamos siendo testigos de cómo distintos grupos de activistas intentan «corromper» el arte para visibilizar la urgencia climática en la que está sumido nuestro planeta. Pinturas históricas y conocidas de grandes autores están recibiendo ataques con tomates, puré de patatas, pegamentos... Es cierto que estos actos vandálicos han tenido una gran repercusión, pero en lugar de provocar la sensibilización de la sociedad, el mensaje se ha empañado por las críticas y ha desaparecido, y ese es el gran problema. Ante la indignación generalizada, las entidades que están detrás de estos ataques invitan a reflexionar sobre a qué damos realmente importancia. ¿Vale la pena «destrozar» parte de la belleza de nuestro mundo, con el objetivo de concienciar, de conseguir una reacción que ayude a preservar todo lo que tenemos, incluidas las propias obras de arte?