Que no se apaguen las estrellas

El pasado 16 de enero, Margarita García-Galán y Jesús Aranda, colaboradores de NOTICIAS 24, presentaron su últimos libros: Sonidos al tiempo y Con vistas al mar (Ed. Libros de la Axarquía), respectivamente, en el Centro Cultural Ntra. Sra. del Carmen (Antigua Azucarera) de Torre del Mar, acto presentado por Marcelino Méndez-Trelles. Publicamos el discurso de Margarita. 

Para mí es un placer estar hoy aquí, en un lugar de cultura con mucha historia, que me devuelve a un tiempo dulce de adolescencia y cañas de azúcar. Torre del Mar es un lugar hermoso, acogedor, entrañable, que baña mis veranos desde hace más de cincuenta años. Tengo la suerte de poder disfrutar de su encanto, de su sol y su brisa, y la calma azul de ese mar amigo que pasea conmigo entre jardines y gaviotas. Torre del Mar es mi segunda casa, un paraíso tangible que me inspira siempre y me invita a escribir. Este libro tiene muchos de esos momentos escritos, muchos suspiros mecidos con música de olas.

En su portada, el paisaje veleño parece dormido en una nebulosa de colores desde una azotea imaginaria llena de sueños: pájaros, música, flores y una menina que parece sentirse en paz en ese escenario de fantasía que imaginó para ella un mag­nífico pintor ve­leño. Antonio Hi­dal­go ha plasmado en él su originalísima manera de entender el arte, y, a golpe de pincel, me ha regalado una  hermosísima portada par­­a mi libro.

De alguna manera, esta portada tiene mucho de lo que me inspira para escribir: la naturaleza, el paisaje, la historia, la música, las personas... La vida de mi alrededor, que me alborota las musas y me empuja a este diálogo íntimo con las palabras que entretiene mi tiempo. Como mi segundo libro, Mirada en color, Sonidos al tiempo es una recopilación de artículos publicados en NOTICIAS 24, que dirige, con maestría y buen gusto, mi admirado escritor y amigo Francisco Gálvez, autor del  prólogo del libro, un prólogo hermoso y generoso, un prólogo con alma que me ha emocionado. Él conoce bien estos sonidos que llenan mi tiempo, esta música de palabras que sale al aire por la ventanita de papel del periódico que nos asoma al mundo.    

Decía Isabel Allende que, para ella, la escritura era “un intento desesperado de preservar la memoria”. Para mí, escribir es un gratificante diálogo íntimo entre mi pluma y yo, una especie de desahogo, a veces un lamento, siempre un suspiro hondo. Un secreto a voces que intenta también preservar la memoria que fui almacenando a través de los años en distintos paisajes. Caminos de infancia, pálpitos de adolescencia, ecos de lo co­tidiano, latidos de vida vivida... Las luces y las sombras del mundo que nos rodea contadas como las veo, como las siento, siempre desde el corazón y a golpe de impulso, dejando inevitablemente en lo que escribo jirones de un alma sensible que ama inmensamente la vida a pesar de sus claroscuros.

Sonidos al tiempo tiene un poco de todo, igual me fascina la belleza de un atardecer, que me conmueven los brazos desnudos de un ficus ausente, o la mirada pensante de María Zambrano en su pedestal urbano de la Plaza de las Carmelitas, o la capa española que Evaristo Guerra paseó orgulloso por la música del Danubio Azul, o la estatua del almirante Blas de Lezo, que mira al mar que miro yo desde el paseo marítimo. Sobre él escribí contando una especie de diálogo mudo que mantuvimos en uno de mis paseos. “Es hermoso, almirante Lezo, que estemos usted y yo aquí, en la playa de Torre del Mar, en la bahía “a la vista de Vélez-Málaga”, contemplando el mar de su batalla. Hermanados en el tiempo, mirándonos sin vernos, hablándonos sin hablar, unidos por un recuerdo histórico. Usted, vestido de época; yo vestida de verano. Usted mirando las fragatas, los brulotes, las galeras, las velas al viento entre el fuego cruzado de los cañones, evocando la gesta heroica que le arrebató una pierna y le llenó de honor; yo recordando historias mucho más cercanas, mucho menos cruentas, intrascendentes, cotidianas, sin interés para nadie, pero valiosas e inolvidables para mí”. 

Sonidos al tiempo habla de los libros que me acompañan, la música que me eleva, la poesía que me conmueve, los artistas que admiro, la familia, los amigos que ya no están... Mis perros, mis gatos, las flores de mi balcón, el mar que me baña, los senderos que me gusta pasear... Lo que me alegra o me entristece, lo que me enfada o me sorprende, lo que me apasiona, lo que me gustaría que fuera el mundo y no es. Y, especialmente, me empujan a escribir esas pequeñas cosas, que fueron y siguen siendo hermosas, por las que creo que merece la pena vivir. Como me dijo en un precioso verso Emilia García, grandísima poeta, mi escritura va “al abordaje de sueños”. Aún me queda alguno por cumplir, aún persigo la utopía. Y busco en las cosas esa belleza que decía la filósofa veleña: “Y la mente de quien la contempla tiende a asimilarse a ella, y el corazón a bebérsela en un solo respiro...”.

Sonidos al tiempo es mi manera, en fin, de ver y sentir la vida. Un libro que abre de par en par las ventanas de mi alma para airear y compartir mis sentires con el lector. Lo dije en un artículo que refleja el callado diálogo entre mi pluma y yo, y que he querido destacar al principio del libro, una pluma azul que me acompaña contando vivencias, emociones, percepciones de la vida según mis ojos; juntas hemos cantado a un árbol, a un gato, a una calle, a una música, a un libro, a un amigo perdido, o a un amor para siempre. Pensar en ello, imaginarlo, plasmarlos en la cuartillas, leerlo y releerlo, tachar o añadir palabras, rimar sensaciones, mimar la estética, poner el acento donde quiero que esté... Alegres o tristes, nostálgicas o melancólicas, siempre apasionadas, mi pluma y yo cantamos un blues de amor a la vida. Y de alguna manera, las dos desnudamos el alma en el papel.

Vivimos una actualidad convulsa llena de incertidumbre, donde la falta de valores, la mediocridad y la violencia extrema campan a su aire. La naturaleza se duele, los bosques se queman, el mar se ahoga, y unas guerras inmisericordes siegan miles de vidas y asolan paisajes. Con un panorama tan descorazonador, refugiarse en un libro nos ayuda, más que nunca, a paliar la desesperanza, el desasosiego de un futuro más que incierto. El mundo se nos está estropeando, el cielo se oscurece, y con este horizonte de sombras, la lectura es una compañía de paz, y, como la música,  una medicina para el alma. 

Y porque corren malos tiempos para la lírica, es de agradecer que alguien dedique mucho de su tiempo a la noble tarea de editar libros. Paco Montoro, insigne historiador, entusiasta cronista de lo que acontece en Vélez-Málaga y la Axarquía, tiene mucho mérito. A su cuidado van creciendo estos libros de autores y temas diversos que son una herencia hermosa que quedará para generaciones venideras. Un referente en la Axarquía y fuera de ella. Un lujo a nuestro alcance. Me siento particularmente orgullosa de que dos de mis libros formen parte de esa colección tan interesante, tan cuidada, tan mimada. Como Mirada en color, Sonidos al tiempo vuela ya entre ellos esperando el abrazo del lector. Agradezco a mi entrañable amigo Paco Montoro su trabajo, su entusiasmo y  generosidad como editor de Libros de la Axarquía.

Gracias también a Francisco Gál­­­vez por su espléndido trabajo en NOTICIAS 24, donde mis alas vuelan libres. A Antonio Hidalgo por vestir nuestros libros de gala. Y a Jesús Aranda por su preciosa música. A mi hermosa familia, a mis amigos y a todos los que están hoy aquí acompañándome en una tarde emocionante. Y a Juan Luis especialmente, por ser mi mejor crítico y mi musa omnipresente.

Mi pluma y yo seguiremos descarnando emociones, abordando sueños, cantando a la vida, que me ha dado tanto. Y creyendo en lo imposible, para que no se me apaguen las estrellas.