El baile de las musas

Al sol de una tranquila ma­ñana de enero, en mi me­sa de siempre me pongo a escribir; ella, mi mueble mimado, con su ma­dera antigua me re­cuerda historias en­­­­­­­­­­­trañables, lejanas en el tiempo, que a mí me gusta recordar. 

Pienso en ellas mientras miro el paisaje desde mi ventana. Dibujando el perfil del horizonte, un monte coronado, al que intentan hacer sombra dos torres gigantes que me gusta menos contemplar. La bucólica estampa de un hermoso monte verdeado de árboles y coronado de piedra, que se asoma desde siempre a mi vida diaria, me acerca a la naturaleza, a lo hermoso, y me invita a perderme en sus caminos, mucho más apetecibles que la altura de vértigo de esas moles de cemento que sólo invitan a contar ventanas.

Mi pluma  me espera pacientemente, quieta entre versos y cuartillas blancas, intuyendo que hoy me distrae cualquier cosa, las torres, el monte, las palomas, las nu­bes, mi gata... Como me conoce tanto, sabe que hoy las musas, como diría Serrat, han pasao de mí y no se me ocurre nada. Están dispersas las nueve musas, sí, bailan a mi alrededor, se acercan, se alejan y desaparecen. Pienso en Calíope, musa de la poesía, con su guirnalda dorada en el pelo, que lleva en una mano una tabla de escritura y en la otra una trompeta. Calíope significa en griego antiguo ‘la de la bella voz’, y es la que otorga coronas de laurel a los poetas. Esa voz bella parece sonar ahora a mi lado; quizá la hermosa musa se apiada de mí, y se queda conmigo entre pensamientos y papeles blancos a tomar el sol mientras me inspiro. La musa de la poesía me susurra al oído un verso de un poemario precioso que leí ayer: Bajar a la plaza en primavera / era jugar con el vuelo de los aviones / con la luz de espada de las esquinas / con el pregón azul de la cal / de las paredes. Emilia García, mi amiga poeta, a la que adoran las musas, canta a la infancia con versos sencillos que la pasean por párvulas emociones en paisajes de ayer que a mí me dicen mucho. Bajar a la plaza en primavera / cuando los jazmines se abrían... ¡Ay, esa Plaza del Carmen de pri­ma­ve­ras tempranas! Co­bijando amores nuevos, bajo su pérgola ausente ella guarda muchos suspiros, mu­chos jazmines a­bier­tos prendidos en la solapa del alma.

Calíope me anima, me sonríe y me empuja a escribir. Me recuerda que un día como hoy, hace 52 años, me hicieron una pregunta solemne y dije que sí. Que quería vivir la vida junto al muchachito serio que me regalaba jazmines en las perfumadas tardes de la primavera veleña. Aquel día frío, a los sones de la Tocata y Fuga de Bach, con las manos heladas y el corazón ardiendo, dije que sí. Y empezamos a vivir juntos aquel chico in­te­resante y yo; a mirar ese monte coronado desde la misma ventana que hoy me distrae. Ha pasado el tiempo, mucho tiempo, pero seguimos aquí, sentados al sol, leyendo libros, compartiendo silencios, curándonos las gripes, embelesándonos con la música, emocionándonos con las pequeñas cosas... Amando la vida. Envejeciendo en paz.

Bailan las musas, se anima su danza a mi alrededor. Se acercan, se van, se quedan. Calíope me mira sentada en la flor nueva de la orquídea hermosa que adorna mi mesa. La de la bella voz me enseña su tabla de escritura y me invita a seguir escribiendo. Es hermoso contar cosas, airear las emociones para que lleguen a otros que quizá sientan lo mismo que yo. Escribir me entretiene, me motiva, me estimula; buscando palabras se me olvida que el mundo está revuelto, que las primaveras se acaban, que se marchitan las flores, que se apagan las miradas. Que el tiempo pasa deprisa, que la vida es un suspiro. Y aunque a veces se me escapan las musas, siempre vuelve alguna a dar un empujoncito a mi pluma. La de la guirnalda dorada se quedó conmigo hoy y por ella escribo este artículo entre nostálgica y feliz. Echando de menos en este día de aniversario el esplendor en la hierba que me robó el tiempo, pero contenta con mi vida sencilla, apacible, sin sobresaltos. Es bello envejecer viviendo, decía Neruda.

A veces me ignoran las musas y no se me ocurre nada...

Será que no hago otra cosa que pensar en ti.