Mucho ruido..., y pocas nueces
No podemos echar la culpa a los demás de todos nuestros traumas y sufrimientos. Con ello quiero decir que hay ofendidos que no tienen razón para ofenderse, y son personas que no saben valorar lo mucho que tienen.
Hay que echar la vista atrás para ver el gran cambio de la sociedad en las últimas décadas y tener la valentía de reconocer que no se ha avanzado mucho en derechos sociales, y también reconocer con humildad que sí se ha avanzado en confort particular. Cuando la vida trae momentos de tristeza o desasosiego por haber perdido personas o cosas importantes en nuestra vida, sería fantástico recomendar a esas personas que piensen en lo que les queda, en lo que tienen todavía : vista y oído, movilidad, calefacción en casa, saldo en la cuenta, y sobre todo gente que les quiere. En esta falsa sociedad del Estado del bienestar oigo y veo muchos estados de malestar, es decir pones la televisión o la radio y oyes mucho ruido, excesivo ruido. Son ruidos que emergen del cabreo de la gente que se manifiesta protestando por situaciones incomprensibles, que suelen doler más cuando son evitables : ruido de violencias de género, ruidos irresponsables en el Parlamento, ruido de los desatendidos sanitarios, ruido de los olvidados empleados del sistema judicial, ruido de los cansinos nacionalistas, de las impresentables feministas de hoy, de las desautorizadas fuerzas de seguridad... Quizá la solución esté en cada uno de nosotros, en valorar más lo que tenemos y en reducir el ansia de convertir los deseos en derechos. Es útil y legítimo desear lo mejor, pero sólo tenemos derecho a lo mejor si nos ganamos ese derecho. Si no hubiese personas inquietas no avanzaríamos, pero hay que ser responsables, pero ocurre que los de arriba están sordos. Resumiendo : oigo mucho ruido..., y veo pocas nueces.