Animalismo
Columna de Antonio Jiménez
Los que ya somos talluditos, habríamos de reconocer que esto del ‘animalismo’ (el derecho de los animales, etc.) nos ha pillado “en calzonibu blanqui”, que diría el legendario y controvertido profesor veleño don Manuel Valle.
¿Demasiado para nuestro entendimiento? No tendría por qué: solo es cuestión de abrirnos al pensar de los tiempos que corren. Otra cosa es que asumamos sus planteamientos sin crítica, o los discutamos. Lo incuestionable es, en tanto que gran debate, que a estas alturas el asunto ha venido para quedarse. Véase, si no, la prohibición de la caza en Castilla y León.
Para hacernos una idea del universal ‘maltrato’ a los animales de todo tipo, nos bastaría con leer El vientre de París, de Emilio Zola, y ver lo que acontece, entre pescuezos, pezuñas y el chapoteo de la sangre, en las entrañas del mercado de La Salle de París (1873). Solo que ahora todo ese horror se queda, a los ojos del gentío posmoderno, de puertas pa dentro.
El argumento-fuerza del animalismo, tanto en la muerte como en el maltrato, es el sufrimiento, que intelectualmente no comparto. Sencillamente, porque entiendo que el animal siente y expresa el dolor, pero no lo razona, no lo piensa y, por tanto, no ‘sabe’ qué es. Una cualidad, la del saber, exclusiva (por arte de birlibirloque) de la especie humana.
En marcha hacia la verdadera Historia Humana, barrunto que habríamos de apañárnosla para no tener que soportar la animal carnicería de Zola, aunque solo sea por dignidad y estética. Pero no olvidemos que aún habitamos en la pre-Historia, cuando las necesidades humanas todavía dependen de los ‘animales’, a pesar del evidente desarrollo científico.
No, no sobra el debate...