Opiniones

Camelamos naquerar

El grupo ‘La Cuadra’ dio el pistoletazo de salida, a caballo del ‘Mayo francés’, con Quejío, dirigido por Salvador Távora. Una sobria dramaturgia flamenca (¿auto sacramental?) sobre los vulgares tópicos del flamenco ‘turístico’ de finales de los sesenta, que hizo las delicias de los intelectuales (con José Monleón al frente) y la izquierda francesa que ‘nos’ la confirmó como obra de culto. Y que yo tuve la ocasión de verlo representado sobre las tablas en el Madrid de principios de los setenta.  
Era la avanzadilla experimental (¿libertaria?), estética y escenográfica, del tardofranquismo que, ya en los inicios de la Transición, tomó cuerpo como grito específicamente gitano, con su voz jonda denunciando la situación de injusticia de su pueblo, a través de las pragmáticas reales desde los Reyes Católicos, en la obra teatral de José Heredia Maya, Camelamos naquerar. “Propuesta para una danza flamenca de arcángeles morenos”, se leía en el subtítulo. Una obra de rara belleza; que nuestro siempre bien recordado Miguel Alcobendas llevó al cortometraje.  Un espectáculo crudo y fuerte en la forma y en el fondo, en contraste con su Macama Jonda, de 1983, con la que el poeta granadino quiso escenificar la alegría del encuentro entre pueblos distintos, con el motivo de la boda de un joven gitano y una chiquilla marroquí de Tetuán.

Toda una época vivida intensamente, repleta de lances y personas, que una crónica granadina de El País del pasado domingo 13, me hizo recordar con nostálgica emoción. De la que, tanto para mí como para usted, lector, merece la pena transcribir el siguiente párrafo: «Esa era la España de 1976 para la comunidad gitana. Perseguidos y culpables mientras no demostraran lo contrario. Ante esa situación, el primer gitano profesor de universidad de España, José Heredia Maya, licenciado en Filología Románica y docente en la Universidad de Granada, se rebeló y lanzó en febrero de aquel año su gran grito flamenco, Camelamos naquerar (Queremos hablar, en español), una obra de teatro flamenca alejada del folclorismo de la época e impregnada de un mensaje de reivindicación de la cultura y dignidad gitana. Camelamos naquerar se representó por primera vez en febrero de 1976, en la universidad granadina con coreografía de Mario Maya. Este año se ha cumplido el 40 aniversario de una obra que además de su función social, suponía desde el punto de vista artístico “un espectáculo de teatro contemporáneo y experimental que hacía uso de los movimientos coreográficos del flamenco”, como la define Pepe Heredia Moreno, sociólogo e hijo del autor. Fue “una obra convertida en instrumento al servicio de la dignidad de un pueblo”, dice Heredia hijo. Un servicio que tuvo sus costes; José Heredia Maya recibió coacciones y amenazas de muerte. Un teatro que programaba la obra fue incendiado».
Lo que no sabe el cronista, ni probablemente el hijo de mi amigo Pepe Heredia Maya, es que a las ‘pragmáticas reales’ contra los gitanos que ilustraban la obra, a la muerte de Franco se le sumó el Partido Racial Democrático, el PRD, cuyo programa máximo, y único, consistía en expulsar a los gitanos de España. También causante de, al menos, las “coacciones y amenazas de muerte” al autor de Camelamos naquerar. Y digo ‘al menos’, porque no creo que el Gabrielito Téllez fuese capaz de meterle fuego a todo un teatro. Inundó media España (la alarma llegó hasta la Moncloa de Adolfo Suárez) de notas amenazantes contra los gitanos—operando desde Granada donde estudiaba— pero para quemar un teatro había que exponerse. Y hasta ahí no llegaba el veleño. 
Porque, para nuestra vergüenza, en efecto, el tal sujeto era veleño: asunto de nuestra ‘pequeña historia’ racista, hoy olvidada, que denuncié a toda plana (y pegué en la ‘La Peña’ de las Carmelitas para que los veleños supiéramos con quién nos jugábamos los cuartos) en la sevillana revista ‘Tierras del Sur’ del padre José María Javierre y Antonio Mozo, con el explícito título de La verdadera historia del PRD y mi firma por delante. Y ahí se terminó, para tranquilidad de la comunidad gitana y de toda España, la triste y estrafalaria historieta del PRD. La dimensión local del estrambote racista, nos llevó a algunos veleños a celebrar unas jornadas ‘en desagravio de la comunidad gitana veleña’, de las que recuerdo la proyección en el Teatro-Cine Lope de Vega de Camelamos Naquerar. La obra teatral de la que Miguel Alcobendas y Luis Mamerto López-Tapia hicieron un magnífico cortometraje. Los dos estuvieron en Vélez, así como su autor Pepe Heredia, la gente de la cultura y el compromiso, arropados por el mejor Vélez popular. Dos jornadas de actividades, de las que solo recuerdo su solidaria y vibrante acogida. El excelente cartel, obra de nuestro Rafael Heredia, sé que debería estar por ahí, pero no lo tengo a mano. Un asunto de claroscuros, en suma, éste del PRD ‘veleño’, que algún día debería tratar con más detenimiento.
Por tantas cosas, era una época de iniciación: amén de la conquista de la libertad, después del franquismo, culturalmente todo estaba por hacer y/o rehacer, especialmente en Andalucía y en el flamenco. Como es el caso del gitano cordobés, afincado en Granada, Mario Maya, el protagonista bailaor de Camelamos Naquerar. Eran tiempos de festivales y tablaos, a la espera de agrupaciones estables de estudios, como el proyecto de Mario, el ‘Centro Flamenco Andaluz’, para la Junta de Andalucía, que en julio del 79 presentaba en Málaga en una rueda de prensa en el Ateneo de la plaza del Obispo, organizada por mí a requerimiento suyo. Proyecto que no cuajaría hasta 1994, con su ‘Compañía Andaluza de Danza’. Éramos amigos de Madrid y Granada, donde en su ‘estudio’ del Sacromonte con pasión debatiamos de flamenco. Un detalle humanísimo de su vida: Cuando con 16 años bailaba en una cueva del Sacromonte, la pintora inglesa Josette Jones le hizo un retrato al óleo con el que ganó un premio de 200.000 pesetas; las mismas que Mario recibió desde Londres con la condición de que ampliara sus conocimientos del baile en la capital de España. 
La fusión (mestizaje) de lo flamenco con la música de la orquesta andalusí de Tetuán, en Macama Jonda, me pareció en su día, y me sigue pareciendo hoy, una muestra de rara belleza. La tarara de Lorca, cantada al gusto de flamencos y árabes en Macama Jonda, entre la voz de ‘La Negra’, el violín de Chekara y el taconeo de ‘Manolete’, amén de una exhibición única del arte, es un milagro de fiesta fraterna y solidaria. 
La última vez que estuve con Pepe Heredia fue en el festival flamenco de Archidona, donde los dos nos vimos arrebatados por la rara jondura de los cantes de Tía Anica ‘la Periñaca’. El poeta Pepe Heredia, cuando lo conocí, ya había publicado Penar ocono, en 1973, obra sobre la que montó Camelamos naquerar. Después vinieron Poemas indefensos, Sueño Terral, obra de teatro, Un gitano de ley, obra de teatro. Y los ensayos, La mirada limpia (o la existencia del otro), Memoria de papel y Literatura y Antropología.
  En el 2010 moría en su Granada.