El derecho a la dignidad
Desde que me recuerdo como persona, fue ‘mi utopía’ el derecho de todo humano a vivir con dignidad. De ahí, tal vez, aquellas tempranas simpatías por las ideologías revolucionarias que nos ‘vendían’ a los jóvenes el fin de la explotación del hombre por el hombre. Más tarde, muchos caímos en la cuenta de que sí, que ‘el plato de lentejas’ estaba garantizado (la educación, la sanidad...), pero, ¡oh desengaño!, a costa de perder el tesoro de la libertad bajo la cruel e inmisericorde ‘dictadura del proletariado’ (Stalin, Mao, Pol Pot, Castro, Kim Jong-un). Del fascismo y la teocracia islámica, mejor ni hablar.
¿Fin de la utopía? No, nunca. En medio del capitalismo global y su vertical red tecnológica incipiente, para no perder la moral, yo mismo me vine fabricando mis propias utopías, que algunos recordarán: La plaza pública, La revolución vecinal, el Manifiesto comarcalista, La globalización horizontal... Siempre atento a ‘La Historia Verdaderamente Humana’ (aún somos prehumanos), que arrancará justo cuando todos podamos vivir en dignidad. Mientras, al ‘hombre moral’ le estará vetado sentirse libre o feliz. Por lo que a mi actual utopía política le bastaría con una ‘recompensa básica, incondicional y universal’, por el mero hecho de vivir. Ejemplo: 500 € al mes, de los de hoy. Todo lo demás, me preocupa menos.
Buenas noticias: El elitista debate intelectual de la ‘renta básica universal’ (Raventos, Bregman), empieza a bajar a la calle. Y un peligro: que los sectarios del ‘¡aquí y ahora!’ se lo apropien, sin trabajar por las condiciones objetivas que permitan hacerla posible a medio plazo.
¡Debatámosla!