Opiniones

El finiquito

Columna de Antonio Jiménez

Al igual que en El gran teatro del mundo, el auto de Calderón, el drama del independentismo catalán deviene de la parte final: cuando el cúmulo de los disparates del procés se conjuraban con la bufa Declaración Unilateral de Independencia (DUI) y su ulterior correlato, ante la firme réplica del Estado con el artículo 155. 

En este escenario, desaparecida la República Catalana como por ensalmo, inesperadamente el nacionalismo se apuntaba al tropel a las elecciones autonómicas del 21-D decretadas por Rajoy. Tanto el evadido Puig­demont como sus consellers en prisión, que entre burdas contradicciones se desdicen del paraíso prometido, confiesan su ineptitud para conseguirlo o niegan la intentona golpista ante los tribunales, para salir de las cárceles.

Si con el repliegue de los ‘podemitas’ griegos para seguir en la UE y el malestar por el Brexit británico no fue suficiente escarmiento, a la tercera ha sido la vencida con el golpe catalán. Todo un serio aviso para los otros nacionalismos españoles y europeos, de que las veleidades soberanistas se han terminado. En efecto, la insólita estampida de las miles de empresas catalanas ─por el miedo a la inestabilidad y a la salida de la UE─, acaba de firmar el finiquito de la aventura independentista en el Conti­nente. Al menos, a corto plazo.

Por lo que, no alcanzo a explicarme que los cabecillas del desaguisado catalán, y su tropa, por vergüenza torera no se hayan ido a sus casitas. ¿Que ahí siguen ladrando?, vale, pero ahora también cabalgamos los constitucionalistas.