Opiniones

Envalentonamiento

Columna de Antonio Jiménez

La insostenible situación de Ca­taluña tras el apoyo de los golpistas a Sánchez  para presidir el Gobierno, de algún modo tenía que manifestarse en las elecciones de Andalucía. Máxime, si éstas venían precedidas por los ataques podemitas contra las tradiciones de la mayoría de los andaluces: la españolía, la tauromaquia o la Semana Santa. Tras el auge electoral del partido que abiertamente las defiende, VOX, el envalen­tonamiento supremacista pronto se vio confirmado con las arengas del mandamás Iglesias Turrión para escrachar las sedes provinciales de los 12 diputados voxistas elegidos por 400.000 andaluces libres. Atropello antidemocrático que, todo sea dicho, fue condenado de inmediato por el malagueño Íñigo Errejón, podemita mismamente. ¡Menos da una piedra! 

Y, por si algo nos faltara, ya tenemos aquí los ‘chalecos amarillos’ de la Francia de Macron. Mal asunto. Aunque, dada la íntima nostalgia de la centralista Francia por ‘su’ Re­vo­lu­ción de 1789, calentada con el 50 aniversario del 68, la revuelta de los chalecos amarillos solo puede acabar en victoria del Estado o con el triunfo de ‘la revolución amarilla’. Pero, en todo caso, al son de La Marsellesa. Aquí, en esta España tan degradada como nación, lo único que podemos esperar de la agudización de la crisis es más degradación: la fragmentación territorial y su correspondiente pitorreo dialectal, ya en marcha. 

Con estos mimbres, la nación francesa no corre peligro; sus ‘folloneros’ de toda laya son jacobinos. Pero España puede perderse: bastaría con la persistencia de los delirantes ideólogos del cantonalismo. 
Claro que, lo hasta aquí escrito, no deja de ser un futurista barrunto mío. Esperemos que sea yo el que delira.