Eutanasia o jaula perpetua
Columna de Antonio Jiménez
Las perreras municipales, 102 en todo Portugal, matan a un gato o un perro cada hora. A partir de octubre, ya no se podrá seguir con el exterminio, tras la aprobación por el Gobierno de una ley que acaba con esa práctica de las perreras con animales errantes, gatos y canes, en estado de salud. La cuestión se arrastra desde hace dos años, tiempo dado a los municipios para construir instalaciones adecuadas y desarrollar campañas de esterilización y de adopción para animales callejeros y que, por tanto, no tuvieran que ejecutarlos por falta de espacio o de dinero. Así, la eutanasia solo será con animales enfermos o peligrosos. El Gobierno destina 15 euros a cada gato esterilizado, que suben a 35 por gata, 30 por perro y 55 por perra. El pasado año, las recogidas de animales subieron a 40.674, pero las adopciones solo fueron 16.144.
Sin demasiados retoques, así explicaba el pasado sábado un colaborador de El País el problema del abandono de los animales domésticos en Portugal.
Después de lo leído, supongo que les habrá ocurrido lo que a mí: que tamaña carnicería me puso los pelos de punta. Más aún, ante el preocupante final que nos deja el artículo: “La pregunta que flota en el aire y que no responden ni los legisladores ni los veterinarios es: ¿qué es más inhumano, ser eutanasiado o vivir enjaulado a perpetuidad?”.
El meollo del asunto está en que en algún momento se les habrá de aplicar algún tipo de eutanasia que evite a los animales la muerte por vejez extrema.
Controvertido dilema: Si antes o después, la eutanasia se hace inevitable, ¿por qué no ahorrarles, por compasión, el enjaulamiento perpetuo?