La Manada
Columna de Antonio Jiménez
A Jose, mi quiosquero.
¿Quién puede negar la animal pulsión sexual de aquel que macho es per natura, a la vista del ‘animal’ hembra? El reto humano no está en dejar de ser macho o hembra: está en llegar algún día a la kantiana “mayoría de edad de la razón” que nos certifica como personas de pleno derecho. Cuando, gracias a la Civilización, alcanzamos el grado de razón capaz de controlar (¡que no destruir!), ya como personas, nuestros animales instintos de género. Ejemplo: si la animalidad es ejercida por una jauría de machos contra una desvalida hembra, se rompen todos los códigos morales, sociales y culturales. Salvo que tamaña aberración fuese íntima y consentida. De ser así: ¡Allá cada cual con su morbo!
En el caso real de ‘La Manada de los Sanfermines’, pronto entendí que no valdrían las medias tintas. O violación o absolución. Con consentimiento, era una variante sadomasoquista más de nuestra sexualidad; que, guste o no, a diario se da en el planeta Tierra. Con la oposición de la mujer, no cabía más sentencia que ‘violación’: por vejación, por prepotencia machista (músculo y edad) y por el abrumador número de bestias: 5.
Lo que me resulta enigmático ─en un caso que el feminismo y los mass media ya tenían asumido como ejemplarizante para ‘la causa’─, es que 3 magistrados (José, Raquel y Ricardo) con apellidos y familias, jugándose prestigio y físico, ¡no hayan visto violación! ¡Y con el voto absolutorio del juez Ricardo!, para el que todo fue una orgía portalera. ¿Por qué? ¡Con lo a güevo que lo tenían!
¿Qué diabólico motivo ha impedido a los jueces sentenciar en libertad? ¿Se sabrá algún día? Inquietante asunto...