Opiniones

“Man pillao”

Columna de Antonio Jiménez

El esperpento que ha sido la breve odisea política de Puigdemont ─president golpista, preso evadido, bon vivant en el exilio de la capital de la UE y héroe romántico para la chiflada prensa anglosajona─, acaba de terminar como se merecía: ¡esperpénticamente! 

La bomba mediática ha sido de época, cachonda e innovadora. Vean: El cámara del programa de Ana Rosa (Telecinco) en Bruselas, capta en el móvil del prófugo exconseller Toni Comín los mensajes de Puigdemont, en los que, como un pardillo asustado (¿o cínico?), se confiesa traicionado por los suyos. Y de verdad que lo siento por el hijo de mi admirado Alfonso Carlos Comín, con el que, amén de compartir mesa y mantel en el Tintero del Palo (y de la Transición), mantuve una inolvidada y rica charla sobre Andalucía, el tardofranquismo y los diálogos cristiano & marxistas.

Todo un sainetesco terremoto para la línea de flotación del unilateralismo, en el que se leen perlas como estas: “Volvemos a vivir los últimos días de la Cataluña republicana” / “Los nuestros me han sacrificado tal como sugería Tardà” / “El plan de Moncloa ha triunfado” / “Esto ha terminado y me tocará dedicar mi vida a proteger mi reputación”... 

Lo moralmente peor es que, al mismo tiempo (entre las 20-21 horas del martes), por vídeo, Puigdemont seguía tan campante con la matraca a sus indepes: “¡Juntos iremos avanzando hasta la plenitud de nuestra libertad!”...  

Así las cosas, entiendo que cualquier tipo sensato pensaría que la tropa del independentismo no puede tener las tragaderas tan anchas como para aguantar al Puigde un día más. Bien, pero yo no acabo de creérmelo.