Turismofobia
El siempre amenazante fascismo, vía nacionalismo golpista catalán, se renueva. Ahora son los socios del president Puigdemont, la CUP, los que la emprenden contra el turismo en Barcelona. Esto no merecería mayor comentario, si no fuese porque disparan con bala contra el pan de cada día de los españolitos.
Ahora lo que les ocupa, más que la nación catalana, es el barrio en una suerte de fascismo barriobajero. O lo que es lo mismo, el turismo barato (‘low cost’) que se pueden permitir los obreros europeos. Así las cosas, las drogas, el alcohol, el sexo desmadrado o la plaga de los ‘okupa’ por la patada en la puerta, no dañan el barrio: el culpable de todos los males del barrio es ¡el turismo! Menuda panda de ‘talibanes’ ignorantes dispuesta a embestir contra todos y contra todo, al bulto.
Cierto es que nuestro soleado paraíso mediterráneo no está preparado (lógico) para recibir sin traumas el aluvión de los 80 millones que se nos vienen encima. Pero, nos guste o no, durante decenios el turismo ha sido, y sigue siendo, la mano (principal) que nos da de comer. Mal que bien, al menos, nos mantiene el nivel de enseñanza, de salud, de ocio...
Manuel Vilas tiene escrito: “El problema del ‘guiri’ actual es que es pobre, pero sigue queriendo disfrutar del Mediterráneo y del sol de España”. “La obsesión por España es una obsesión atávica por el paraíso. Quien gestione bien la alegría de vivir se hará dueño de un negocio tan rentable como inacabable”.
Por de pronto, por estos lares, tenemos la alternativa ideal a la masificación con el ‘exquisito’ turismo residencial de la bohemia y el arte: ¡La Villa veleña!