Jean Paul Sartre, la acción y la situación
En cierto libro, que desde hace décadas ha espantado a filósofos y no filósofos, se preguntaba Jean Paul Sartre el porqué a lo largo de la Historia, filósofos, teólogos, científicos y vocaciones afines habían discutido interminablemente sobre la libertad, sin tener las más mínima teoría coherente sobre lo que significa “acción”, que es aquello a lo que se aplica esa libertad.
Porque, por ejemplo, continuaba Sartre, el fumador torpe que hace estallar un polvorín por descuido, en realidad no ha actuado. Sin embargo, el minero encargado de dinamitar una cantera, que ha previsto la explosión hasta en sus más mínimos detalles, este sí que ha actuado. En este sentido, pues, toda acción implica, como condición de posibilidad, la captación de una “falta objetiva” por parte del sujeto que actúa. Por ejemplo, Constantino fundó la ciudad de Constantinopla porque “captó” lo que faltaba a Roma: “a Roma le falta un contrapeso; a esa ciudad todavía profundamente pagana es preciso oponer una ciudad cristiana que, por el momento, faltaba”. Y ello es así en todos los casos, aunque, a primera vista, pudiera parecer que nos basamos en consideraciones positivas. Si pienso que no hago el suficiente ejercicio físico, que no gano el suficiente dinero por mi trabajo o que no paso suficiente tiempo con mis seres queridos, en todos estos casos estoy haciendo consideraciones negativas; y serán éstas las que me moverán a la acción. Y será en este momento, y solo en él, cuando tenga algún sentido real plantearse la cuestión de si nuestra acción es libre o no. Por último, y relacionado con todo lo anterior, es importante indicar que “una situación no podrá aparecer como injusta, es obvio, a no ser que se la compare con situaciones consideradas justas”.