¡Brindis por la salud!
Cuando elevamos las copas y brindamos por la salud, estamos brindando también por la vida. Porque una vida saludable implica compromiso y responsabilidad consigo mismo y con los demás, con el objetivo de vivir el presente y construir el futuro. Ello se alcanza promoviendo el bienestar y apostando por la salud y la vida. Las acciones de promoción y de prevención son las que han ampliado el concepto de salud, adquiriendo nuevas funciones y adaptándose a los nuevos tiempos. Esto ha supuesto tener en cuenta aspectos socioculturales, históricos, económicos y, sobre todo, emocionales, que inciden en la relación social y en la salud. Ejemplo de ello ha sido la actual pandemia del covid-19, que requiere acciones globales, pero exigiendo también una responsabilidad individual de acatar las normativas sanitarias. Nos hemos visto privados de libertad en el confinamiento, con el objetivo de conservar la vida. Tanto la vida como la libertad son derechos naturales.
El derecho natural se basa en aquellos principios que están vinculados a la naturaleza humana. Por lo tanto, son leyes naturales universales no escritas, y superiores a las leyes jurídicas o escritas. Si un ordenamiento jurídico cualquiera contraviene los derechos naturales del ser humano, no podrá considerarse un verdadero ordenamiento jurídico.
El sociólogo y filósofo polaco Zygmunt Bauman en su libro La vida líquida, nos habla de las características de la sociedad actual. Acuña el concepto de ‘modernidad líquida’. Nos habla de que estamos inmersos en una sociedad de continuo cambio, donde nada se consolida. Esta ‘vida líquida’ es precaria y vivida en condiciones de incertidumbre constante. Donde se da una sucesión de nuevos comienzos, pero, por ello, son breves finales. La vida en una sociedad ‘moderna líquida’ no puede detenerse. Hay que modernizarse. Siempre azuzada por el terror de la caducidad.
Pensar en la salud, en la vida, en la sociedad actual me conduce a plantearme una reflexión sobre el peligro que padecen los derechos humanos. Porque esta ‘modernidad líquida’ ha creado una sociedad de valores volátiles, y es egoísta, hedonista y se despreocupa por el futuro. Prevalece el mercantilismo y el consumismo. Por lo tanto, es una sociedad que actúa motivada por intereses económicos con acciones políticas erróneas e interesadas. Ejemplo es no liberar la patente de la vacuna contra el covid-19, dejando a los países del Tercer Mundo fuera, con el peligro que supone no erradicar la pandemia.
Por otra parte, a nivel político, la controversia surgida, como ha ocurrido en España, con la decisión del Tribunal Constitucional al declarar inconstitucional varios apartados del decreto de alarma, como la prohibición de la libre circulación durante el confinamiento, decretado entre marzo y junio de 2020.
Cada uno es libre de pensar si es acertada o no la decisión del TC, pero lo triste es no percatarse del espíritu del derecho a la vida, que debe anteponerse, en este caso de pandemia, incluso a la libertad. Aunque ambos sean derechos naturales, prevalece la vida, razón para acatar el confinamiento. Aplaudimos a los sanitarios porque ellos apostaban y apuestan por la vida. La pena es que no pueden opinar los sanitarios que murieron, ni los millones de seres humanos que han muerto y están muriendo en este planeta enfermo. Mi brindis es por la salud y la vida. ¿Y el tuyo?