Llega el verano con esa luz cegadora e intensa que ilumina todo el día, con ese calor tórrido que abraza la estepa. Busco la arboleda o la brisa marina, pero no encuentro el refugio de la sombra del árbol, ni la brisa llega para refrescarme. Porque el corazón de la naturaleza está herido de muerte, debido a los incendios sufridos de sus bosques. ¡Tengo pavor, porque me siento morir! Así lo expresa nuestra sensibilidad.
Vélez-Málaga es una ciudad afortunada por muchas cosas. Una de ellas, por la cita colosal que Miguel de Cervantes le dedicó en El Quijote, libro culmen de la literatura española, y uno de los del pelotón de cabeza de la literatura mundial de todos los tiempos.
Anochecía en el paseo marítimo de Torre del Mar, agosto mostraba su cara más lúdica con el animado ambiente de paseantes y gente en vacaciones, y una espléndida luna llena iluminaba la noche mirándose coqueta en el espejo del mar.
¡Árboles!/ ¿Habéis sido flechas caídas del azul?/ ¿Qué terribles guerreros os lanzaron?/¿Han sido la estrellas?/ Vuestras músicas vienen del alma de los pájaros/ de los ojos de Dios/ de la pasión perfecta./ ¡Árboles! Conocerán vuestras raíces toscas/ mi corazón en tierra?
Federico García Lorca
Enmudecieron las voces de los niños cantores de Viena (entre otras). Hace ya algún tiempo, desde Occidente se venden rudimentos de música como quien pregona naranjas en un mercado persa: anodinas, reiterativas, vaciadas de sustancia y virtud.
Texto: R. L. Lafevers
Editorial Bambú
ISBN: 978-84-8343-808-4
312 páginas, (+ 9 años)
11,90 €, 2022.
¡Hace calor, hace calor! Así cantaban Los Rodríguez hace unos años. Me viene esta canción a la cabeza debido a las sucesivas olas de calor que estamos padeciendo y que se han convertido en protagonistas indeseables de tertulias, informativos y conversaciones de barra de bar.
Vivir en una sociedad tecnológica que avanza de manera acelerada, exige adaptarse, día a día, a una realidad social dinámica y de bruscos cambios.
Un dicho popular nos recuerda a los andaluces que “más asusta el aparato que rodea a la muerte, que la muerte misma”.
“Se miente más que se engaña,/ y se gasta más saliva/ de la necesaria”. Estos versos ponía Antonio Machado en boca de Juan de Mairena y, a decir verdad, así es en muchos casos: se miente, pero eso no significa que se engañe.
Lebrijano cantaba: “Unos le rezan a Dios/ otros le rezan a Alá/ y otros se quedan callados/ que es su forma de rezar”.
Hace tiempo, en un curso de formación, uno de los asistentes era un hombre bien vestido, alto, guapo y con apariencia de ser una persona educada y de buena posición.
Cuando queremos darle sentido a la vida humana, buscamos razones de por qué y para qué de nuestra existencia; recurrimos a analizar la realidad que vivimos. Pero la realidad, como cita María Zambrano: “la realidad, ha dicho Ortega y Gasset, se presenta siempre como fragmentaria; es decir, hace alusión a algo que le falta, jamás se da como un todo completo, sino más bien como una totalidad en la que le falta algo; la unidad se da así no por presencia, sino por ausencia”. (Cita recogida en el apartado ‘huella del paraíso’ de su libro El hombre y lo divino).